RESEÑAS

RESEÑAS

La poética del fuego: los sentidos sublimados en Tocar tu argolla en llamas y Kratos de Roxana Elvridge-Thomas

Por: Eduardo Samuel Rivero Reyes


La ceniza da cuenta del incendio.
Soy ceniza y soy miel y tres vasijas
que encaminan al ocaso sus señales.


Roxana Elvridge-Thomas

Existe un espacio. La posibilidad de la creación suspendida en ese lugar sin nombre. Suponemos, a su vez, un vacío en el que “algo” sucederá o se presentará. Como si se tratara de un ritual, de una súplica que se eleva hacia los mismos dioses, la poesía acontece: una sílaba que configura una palabra; la suma de éstas y su orden construyen una imagen que trata de adherirse a la piel, a la carne misma de un sujeto que se pregunta los motivos de la existencia, los causas por las cuales el sonido le resulta tan atractivo a su oído.

Es en ese momento que se comienza a perfilar un ritual: sí, se clama a los dioses, pero su mirada debe ser atraída; un mortal, con su poco entendimiento de causas y de las razones por las que una hoja crece, se extiende y da vida, enciende un fuego. Clama por la lluvia, por la cosecha
o por el simple hecho de obtener un favor, un don que le permita destacar de entre los demás. Los dioses, seducidos por su ofrenda, le otorgan lo que desea. Comienza, entonces, el devenir del ser humano.

Es ahí, en ese momento de bendición y anhelo, donde podemos ubicar la obra poética de Roxana Elvridge-Thomas. Una obra que se vincula, desde sus orígenes, a la creación de un universo poético en el que se vinculen los motivos y causas; las dudas y las respuestas a las grandes preguntas; el deseo y la pasión desmedida que configuran la naturaleza misma de esa condición humana tan primordial y necesaria.

Tal y como se señala en el título de la presente ponencia, me concentraré en dos de los poemarios de la autora: Tocar tu argolla en llamas (2018) y Kratos (2022). ¿Cómo iniciar con el análisis poético? ¿En dónde coloca la autora su mirada y cuáles son, finalmente, sus intereses dentro de la labor poética? ¿Cómo es que los sentidos, sí despiertos en el lector, en el ser humano que por vez primera acerca sus manos al fuego, se calienta, y termina quemándose, aprendiendo esa doble naturaleza de la pira, de la vela, de la estufa?

Tal y como la propia Elvridge-Thomas lo ha señalado en entrevistas y presentaciones, su obra se enmarca dentro de un gran proyecto que trasciende a cada uno de sus poemarios. Conocedora de la tradición desde los versos más antiguos hasta los de más reciente aparición, Elvridge-Thomas se ha propuesto entrelazar sus versos con la interpretación que proponía Aristóteles del mundo: toda materia se conforma de los cuatro elementos.

Con ello en mente, la selección de ambos poemarios se debe a su vinculación con el elemento del fuego y cómo es que éste nos abre a ciertas perspectivas, imágenes tanto sugerentes como insólitas, de un universo regido por esa energía primigenia: una energía, además, que puede ser tanto benéfica y abundante como nociva y desesperanzadora.

A su vez, recupero la definición que Elvridge-Thomas hace del poeta y su labor ya que nos puede brindar luz sobre su cometido en ambos poemarios (la autora se apoya en Paul Valéry para explicarnos un poco su génesis poética): “Decía Valéry que para un poeta no se trata nunca de decir “llueve”, sino de crear la lluvia. Gracias a que el poeta se adentra en su juego poético logra hacer llover. Mediante la palabra ‘hace suceder’, como los magos, los antiguos sacerdotes, las representaciones teatrales” 1

He ahí el carácter ritual que Elvridge-Thomas adjudica a su obra y al tratamiento que dará a cada uno de los poemas. A su vez, dentro de estas “pasiones y obsesiones” que como autora se permite y que, no debe sorprendernos, están en cada uno de sus versos, encontramos ese mismo ritual en cuanto al tiempo de la creación poética. Me explico. Si bien es cierto que Kratos ve la luz en 2022, ya en 2012 Elvridge-Thomas hablaba de su existencia y de la “kratofanía” como este elemento destacado del poemario: “El dolor es una obsesión y la investigo incesantemente a través de la poesía. También las kratofanías, a las que he dedicado un libro y sobre las que regreso de manera constante. Otra más es el vértigo: padecido, temido, subyugante” . 2

Una poética, entonces, que no sólo es pasada por el fuego: el tiempo es otro de los elementos destacados:

El poema se va gestando poco a poco en mí como idea, como proyecto, mucho antes de pasar a las palabras. Vivo mucho tiempo con mis poemas antes de escribirlos, como pedía Carlos Drummond de Andrade. Investigo, leo y releo, me zambullo en cada tema, y después su proceso es largo, buscando la imagen precisa y el ritmo justo que pueda adentrar al posible lector en la atmósfera que quiero crear con el poema. Corrijo hasta el cansancio y más allá de él, de manera totalmente compulsiva.3

Nos enfrentamos, ahora sí, al fuego. Como antecedente a Tocar tu argolla en llamas (UAM, 2018), Elvridge-Thomas presentó en una plaquette el Pequeño bestiario ígneo, una de las cuatro partes que componen al poemario. En él realiza su exploración, a la usanza de los bestiarios medievales y recupera, desde su propia experiencia vital, el significado de estas criaturas extraordinarias.

Como ejemplo encontramos el poema “León”, en el que desde la figura de este rey mítico configura un espacio animal de crítica:

Hierve la médula esquiva
Párpado inflama reflejos del alba y un erizado
fulgor se trasciende.
Furia lo azota en cimientos.
Elige mortal tesitura,
ofrenda con líquidos sones su estampa rugiente
que estalla en coral belcebúes.
Circunda a la presa en fugaz geometría.
Atrapa el gimiente que inunda, se vuelca en la cruz
de su disco, imprime en fragores su zarpa que es
maza y sentencia.
Expiación.4

Es, por lo tanto, entre esta danza de la vida y la muerte que la poeta vincula, exaltando los sentidos, el devenir de un cazador y de su presa. Una forma de expiación en la que el movimiento se entrelaza, no sólo en el espacio de la sabana, sino en el propio universo de fragores y furia que hierve al león y lo puede caracterizar. Rica en recursos sonoros y en el juego que se propone con fonemas y sílabas en sustitución al propio animal que busca presentar. No olvidemos que dentro de la poética de Elvridge-Thomas no se trata de enunciar al león, al águila o al dragón: tenemos que verlo frente a nosotros. Por ello no nos sorprende desentrañarlos tal y como la poeta construye a su dragón:

Draga con furia el acanto.
Duerme en la ira profunda que dora el repliegue al
nombrarla.
Cientos de dracmas son catre de fuego, al pie
de dramáticos dragos que expanden su sombra al
cuadrúpedo errante y derraman certeros la rabia en
el árido aliento del sol.
Drac.
Sonido que arropa a la dríade.
Drac.
Ronquido que avisa al certero carcaj del rastreo.
Arriba su presa y escuece en su fauce las garras
dormidas, la cola entreabierta en punzones.
Drac.
Se ahoga el rugido de su lava.
El cruel cazador drena brasas que expele en
alvéolos.
Separa del pecho la entraña latiente que come y
alienta en su temple el ardor.
Con sucio cuidado levanta las carnes, prepara la
piel para togas que humillen vehemencias.
Drac.
Destaza a la bestia, saquea su cama de oro.
Olvida la testa, mezquino.
Acarrea su perjuicio, quiebra las leyes.
Sufrirá de por vida mil trances.
Desvelos sin fin donde escuche el tronchar de sus
huesos, el ruido incesante.
Drac.
Drac.
Drac.
Drac.
Drac...5

Ya sea a través del recurso sonoro, la repetición anafórica del dragón que se manifiesta frente a nuestros ojos, la poeta reclama, de nuevo, la violencia y el descontrol que podemos apreciar, testigos de esa fuerza milenaria que se configura en su valía y poder; en el desenfreno mismo de la palabra, el acto violento se perfila como el único intento por preservar, en la memoria, la vitalidad en inmensidad de la bestia.

Las coincidencias latentes entre Tocar tu argolla en llamas y Kratos se perfilan desde el inicio. Debemos comprender ambos poemarios como ese ritual que, mediante la palabra y su ausencia, construye el espacio de los sacerdotes, de los que claman por ese favor o por la mera intención de construir una explicación a los eventos que acontecen, quizá sin una respuesta clara, sin un elemento del cual poder asirnos. En Tocar tu argolla en llamas, el poema Fósforo abre el rito y se configura desde un apartado que dotará, por decirlo de alguna manera, del marco referencia en la obra de Elvridge-Thomas: Apuntes para una fenomenología del fuego:

Fósforo estalla.
Sustento.
Exhibe su chispa en heroico flashback que despunta.
Conífero mártir grunente.
Se vuelca en conflicto
traspasa la euforia
termina su vida:
susurros en off.6

Inicia, enciende los elementos del fuego con fósforo y su representación. Encender un cerillo, actividad que quizá parezca del cotidiano, nos permite entender e iluminar las manifestaciones poéticas de Tocar tu argolla en llamas. Le siguen poemas como “Vela encendid”, “Hornilla”, “Encender frotando palitos”, “Chimenea”… acciones que por su propósito, resultan de beneficio para el sujeto que las realiza. El calor en casa, preparar la comida y, por qué no, el deleite que se puede dar alrededor del fuego y la compañía que tenemos. Por otro lado, los siguientes poemas cambian el sentido y se vuelcan sobre las cuestiones en las que el fuego puede convertirse en un peligro, en un daño, en un inmenso atractivo dada su condición por destruir. Quizá la hoguera sirva para contar historias y portentos, pero también es el primer lugar donde se puede gestar la intriga, el mal y la toma de decisiones que afecten a un tercero:

Bate sus alas.
Portento emerge de ramas, varitas, carbón.
Crepita creciendo:
crisálida que abre su pliegue vehemente
con tibio susurro acerca a sus lindes
sujetos lejanos
—imagen que exhibe al profano el poder
                                                                [ de la flama—.

La masa que bulle a su albergue
es cría hechizada por ojos ocultos
que lleva en las entrañas dibujados.
Enlaza sus humores con la estirpe.
Funde en una llama las gestas, los recuerdos,
el sentir

El profano, la que se aleja del camino, aquel que por sus acciones merece el paso del fuego para así purificar, proteger de un mal latente y que le presenta al ser humano como una tentación. ¿Por qué nos dejamos consumir por el fuego? ¿Por qué sentimos en carne propia las llamas que consumen la carne y que exterminan todo vestigio de la impureza? ¿Es nuestra piel la que se quema?

Por otra parte, Kratos comienza en el silencio, en el vacío que el ritual requiere para poder contactar a lo divino, a esos dioses que pueden castigar, que pueden hacer del dolor su medio para contactarnos. A diferencia de la epifanía, la kratofanía es esta revelación de lo divino a partir del dolor, del sufrimiento; de la piel que se quema, de la furia que se apodera de los corazones y que, sí, calienta y hace hervir la sangre, con un descontrol tal que más que un favor parece una consecuencia aterradora a nuestras súplicas.

Arde el espacio que no habitan los sonidos.
El aire se espesa en la plúmbea cercanía de tu
                                                                  [presencia.

En silencio,
                    sí,
                        la pira resplandece.
La preña el fuego en el instante que precede a
                                                                    [la palabra.7

Ya traspasados por el fuego, el cuerpo está listo, la voz poética entonces puede configurarse y devenir en el lamento o la súplica. El mundo aparece justo por la palabra.

Alzo mi verbo ante tus llamas
pido a ti el inicio del incendio.
Solo cuento con mi boca
solo tengo una voz que impreca los abismos
único artificio mi alfabeto contra el pozo
contra el piélago que draga los anhelos.
Red de letras que intenta abrazarte
como Tú abrasas mi impaciencia.
Clamo tu mirada
pido tu semblante
espero tu respuesta.8

Conjuramos el fuego, lo tomamos entre las manos y, con la vela o la pira detrás de nosotros, entramos al templo. Como suplicantes, como esos coros de la tradición trágica griega, imploramos la revelación misma y el camino por el cual debemos proceder para alcanzar el estadio máximo, la carne trastornada en llamas:

En el lugar donde fueron masacrados por tu
                                                                              [frente
en el sitio en que tu arribo mutiló la piel del aire
bajo el árbol desgajado por tu aliento
posando en mi memoria el instante
en que el paso fiero calcinó entrañas.
En el centro transmutado por tus ojos
pido muestres tu fulgor.

Horadé la cerca
engañé a los guardias
traspasé el umbral,


Ya es tiempo.

Preparo el escenario de tu arribo.9

En palabras de Estefanía Arista, poeta y crítica de la obra de Roxana Elvridge-Thomas, Kratos representa “una voz que es conjuro a la par que silencio. Una reflexión en la que el tiempo crea y destruye, estremece el cuerpo y la carne. Aquí dialogamos con una voz que no sacrifica lo íntimo y personal para volver a contar la historia, la historia vista desde los ojos de una poeta dispuesta a tomar riesgos, enamorada de lo que anhela decir pero con la madurez suficiente para no apresurarse”.

Pero el fuego no tiene porqué ser sólo motor del dolor y del lamento. El fuego sirve, también para seducir, para atraer con su movimiento al ser amado, al ser deseado; a ese con cuya pasión desmedida es posible configurar a través del encanto, del juego, de la atracción.

Vierte al fuego las resinas.
Inunda el claro con vapores de maderos,
                                                     [secreciones, asaduras.
Se pierde en ese pliegue que se orada en la monta-
   ña al elegir los animales, las breas, flores, juncos,
   pulpas, raíces olorosas.
Danza jubilosa entre el humo.
Aspira.
Impregna los muslos, los pezones.
Siente penetrar por sus resquicios ese aroma
                                                      [que satura su delirio.
Regresa a la aldea cuando se ha extinguido
                                                                            [la emulsión.
Pasa al lado de ese hombre que la embriaga aún más
                                              [que sus mezclas vaporosas
y él se prenda del aliento que la envuelve.
Se entrega, rendido, a ese cuerpo ahumado,
                                                                        [perfumado.10

La pasión puede devenir, fácilmente, en su opuesto: que el ser amado sea sólo mío, que nada perturbe y manche su existencia. El fuego también alienta al cuerpo a la defensa y protección. Al sentir que sube desde el estómago y que desata la furia de los celos:

Un incendio desbocado se expande por sus venas.
Es zozobra que correo hasta la médula inflamando
                         [dudas que asesinan todo argumento.
Ácidos se ciernen entre pliegues.
Sin sosiego vaga entre quimeras.
Un furor le crece desde el plexo e inunda
                                        [los resquicios de su cuerpo.

Se rinde ante sospechas,
despliega con osada algarabía arteros juicios,
quebranta los olores compartidos.
No escucha, no mira, no comprende.
Desgarra sin recato la amada geografía.
Destruye eso que tanto había amado.11

El fuego destruye. Destruye todo y lo más preciado es convertido en cenizas, en el vestigio de una fuerza que existió, que fue perfecta y que ahora no queda más que como el recuerdo de una imagen distante, tal y como lo señala el epígrafe con el que doy inicio a esta ponencia.

El fuego se apaga. El crepitar de los últimos rastros de la llama se comienza a perder en la inmensidad de la vida. La sacerdotisa, el poeta, la mujer que retira la última tortilla del comal, todos respiran. La poética del fuego ha hecho su trabajo. La purificación misma nos permite, por un instante, estar en el conjuro y el aprendizaje. Somos otros después de acercarnos al fuego. Después de ser uno con la causa de la naturaleza. Elvridge-Thomas explora y nos da el fuego en su poesía. Configura la posibilidad de la existencia y sublima cada uno de nuestros sentidos. La piel, quizá la más evidente, da el paso a los ojos, los oídos, la lengua que habla y prueba y los olores que tanto en el recuerdo pueden ser el de un perfume que nos atrae, o el de la carne que se quema para no continuar, que se sacrifica en la pira de los dioses. Volvemos al silencio.


NOTAS AL PIE
1 Elvridge-Thomas, Roxana, “De pasiones y obsesiones” en Lorenzano, Sandra (comp.), De pasiones y obsesiones. Secretos del oficio de escribir, México, Fondo de Cultura Económica, 2012. p.77.

2 Ibid, p.80.

3 Ibid, p.77.

4 Elvridge-Thomas, Roxana, Pequeño bestiario ígneo, México, Parentalia, 2016. p.6.

5 Ibid, pp.10-11.

6 Elvridge-Thomas, Roxana, Tocar tu argolla en llamas, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2018. p.9.

7 Elvridge-Thomas, Roxana, Kratos, México, Los libros del perro, 2022. p.9.

8 Ibid, p.13.

9 Ibid, p.17.

10 Elvridge-Thomas, Roxana, Tocar tu argolla en llamas, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2018. p.41.

11 Ibid, p.87.

BIBLIOGRAFÍA
Lorenzano, Sandra (comp.), De pasiones y obsesiones. Secretos del oficio de escribir, México, Fondo de Cultura Económica, 2012.
Elvridge-Thomas, Roxana, Kratos, México, Los libros del perro, 2022.
_________, Pequeño bestiario ígneo, México, Parentalia, 2016
_________, Tocar tu argolla en llamas, México, Universidad Autónoma Metropolitana, 2018

Las formas y modos de la poesía mexicana. Un caso: Tocar tu argolla en llamas, de Roxana Elvridge-Thomas

Por: Fernando Salazar Torres


La poesía actual pasa por una crisis, afirman entre críticos y poetas, pero qué está latente detrás y en la palabra crisis. Podría ser una crisis del significado, del sentido, una anomalía pero no crisis del yo en el poema, una crisis en los procedimientos, pero no el fin de la poesía. El caso de la lírica mexicana no es muy diferente al fenómeno que puede encontrarse en la poesía cubana, italiana, estadounidense, y otras. No creo que la crisis sea un problema de la lengua sino del ser humano en sí mismo, en su imagen. Habría que volver a dar un sentido otro, resignificar el lugar del ser humano en el mundo, pues el yo del siglo XXI es muy distinto al yo de la vanguardia y ruptura de todo el siglo XX, por no señalar el yo libertario y total del siglo XIX. ¿Qué es el yo en nuestro tiempo? Me parece que esta es la verdadera pregunta. Mientras se escriben malos poemarios y se repite
epigonalmente el abuso de la libertad a través del versolibrismo y la ocurrencia, la magia del blanco y la caída de imágenes mal construidas en versos arrítmicos, la traslación de los códigos narrativos a la poesía con el sello de la absoluta ignorancia, aparece el poemario Tocar tu argolla en llamas que en el sólo título suena un verso yámbico, el heptasílabo el cual ordena una de las formas más significativas de la poesía mexicana, la silva castellana.

Roxana Elvridge-Thomas conjura en este título algunos predecesores que han tomado al fuego como tema o propósito argumentativo. Recuerdo el caso de William Blake o Dante Alighieri, inclusive más allá de la tradición latina hay casos en la lírica o épica griegas demasiado significativas. El libro en cuestión presenta cuatro partes, Nota preliminar: Apuntes para una fenomenología del fuego, que mediante poemas breves en los cuales una palabra acentúa el título el procedimiento cae en la fórmula del epíteto, en casos el poema es un modo de sentencia o aseveración lírica; Bulle río bermejo, sección en la que el verso se libera mediante el ritmo y la imagen hasta alcanzar un modo del versículo y la prosa en poemas como
Piero de Florencia, perfumero real, confiesa, Cárdeno pleamar y Fiebre; Bestiario ígneo es la visión del fuego en animales terrestres, alados y marinos; y, finalmente, Fiera cruel y diversa sería, quizá, la representación de la pasión humana.

La poeta ha construido, en este libro, la idea del fuego en diferentes niveles de significado y semántica, no obstante el recurso retórico hipónimos, hiperónimos, merónimos, holónimos. El uso de estas nociones semánticas permite crear el significado a veces polisémico de dos de las más abundantes figuras que prevalecen en Tocar tu argolla en llamas, como son la metáfora y la metonimia. Roxana asume una tradición, al menos en su estructura, que va en contra de cierta poesía actual cuya característica principal es la apertura y liberación de la métrica por una poesía libre en el verso, sin embargo en el caso del poemario que ahora se presenta también contiene como una de sus características la liberación del verso a partir del ritmo, el acento y un modo del verso que encuentro en sintonía con la retórica barroca, por momento emulando a Luis de Góngora y
Francisco de Quevedo.

Ahora, cierta particularidad hay en el poema, la multitud de epítetos y símiles con los cuales se habla del fuego y sus distintas dimensiones
semánticas. Respecto a este tema quiero señalar algo en el título que me intriga por su enigma lúdico. La palabra llamas ciertamente es
una manera sinonímica del fuego, pero la formulación completa de la expresión, que bien podría ser un verso totalmente escrito en el periodo del Siglo de Oro español, me lleva a crear un sentido erótico y sexual por el sustantivo argolla. Esta palabra, de origen árabe, enfatiza la unión, ya sea matrimonial en su nivel terrenal, o bien, emocional y hasta espiritual. El heptasílabo es una expresión que tiene un tú, es decir, está dirigida a alguien, la relación yo-tú, y el enigma radica en lograr el hallazgo de ese otro tú a quien se habla, ¿acaso el lector? Regularmente por el motivo lírico, podría pensarse en una causa amorosa, una persona, pero me temo que no es el caso. El yo en el poemario quien formula un modelo de verso ejemplar en
la tradición de la poesía mexicana, el heptasílabo de la silva castellana, habla a la tradición. Con el total riesgo de sobredimensionar mi torpe interpretación o exagerar algo que no está en la voluntad estética de la poeta, Tocar tu argolla en llamas radica en crear una afinidad con los precursores de una tradición poética que parece estar desaparecida en la imaginación y modelos de los poetas del siglo XXI.

El lector encontrará en este poema de Roxana Elvridge-Thomas, una varia manera de composición del fuego, que como dijera Rubén Bonifaz Nuño, de otro modo lo mismo. Escribir de otro modo, pensar completaría la interpretación de lectura señalada anteriormente. Tocar la argolla es tocar la tradición y el canon de la poesía escrita en español.

Revista Literaria Taller Ígitur
Marzo, 2019

Liberar al corazón:
Ofelia Pérez Sepúlveda y Roxana Elvridge-Thomas


Por: Jair Cortés

Símbolo del amor, alegoría de lo sagrado, fuente de fortaleza o músculo en el que reside la vida, el corazón es quizá uno de los elementos más mencionados en la poesía universal. Los misterios que la ciencia y la medicina han revelado en los últimos siglos no agotan la fascinación que produce este venerado órgano vital. Interminable resultaría una tarea que registrara las veces que se utiliza la palabra corazón en la literatura de una lengua. Sin embargo, en la obra de Ofelia Pérez Sepúlveda y Roxana Elvridge-Thomas, dos de las más interesantes e imprescindibles poetas mexicanas contemporáneas, encontramos un par de poemas que revisitan el corazón en una especie de diálogo. En el poema De los que estábamos y éramos (fragmento cuatro), incluido en el libro La inmóvil percepción de la memoria (Verdehalago-FECANL, 2000), Ofelia Pérez Sepúlveda, escribe: He corrido de uno a otro extremo con el estigma de mi barra de hielo intacta,/ apagado las luces con el vapor de mi barra de hielo intacta,/ guardado mi corazón en los pasos a desnivel de mi barra de hielo intacta, sangrado de soledad en el diamante silencio de mi barra de hielo intacta. […]/ Qué luz para la luz de la luciérnaga que existe en una esquina de mi barra de hielo, qué amor para el amor que no encontré./ ¿Puede un relámpago abrirme el corazón y liberar a la luciérnaga que duerme en mi barra de hielo, intacta? En el poema, de tono tristísimo, el corazón “sangrado de soledad” se exhibe en la transparencia de la “barra de hielo intacta”, aquella de la que se extrae el hielo raspado para servirse en un vaso con algún jugo de frutas y apaciguar la sed.

En “Colibrí”, del libro Pequeño bestiario ígneo (Parentalia-FONCA, 2017), Roxana ElvridgeThomas observa y libera el misterio del corazón antes oculto: Esfera alada, corta incertidumbres en el aire./ Sutil combustión en las alturas, cosquillea la epidermis de la brisa./ –Es enigma cómo
pudo el corazón, tan alojado, dotarse de alas y salir a las alturas–. […]
. Poema en el que el corazón se transfigura en pulso aéreo, vital emoción alada; Elvridge-Thomas ofrece al lector la imagen del corazón expuesto y vivo, y conmueve por su capacidad para unir contemplación con movimiento.

Ambos poemas (maravillosos por su musicalidad y facultad para construir imágenes inusitadas que involucran emoción y pensamiento) se presentan como dos movimientos de una misma composición en donde el corazón está a la vista de todos y no oculto, pero en el primer poema es un corazón gélido y peregrino en cuyo interior aguarda atrapada una luciérnaga: la inmóvil luz del amor, “intacta” esperando ser liberada, mientras que en el segundo, el corazón es un colibrí que ha salido de su misterio para mostrarse vivo y alado (un Cupido cuya flecha ahora es un diminuto y afilado pico).

BITÁCORA BIFRONTE, La Jornada Semanal
Marzo, 2018

Cronopios

Por: Jair Cortés


En México la actividad poética tiene dos caras: una, la desbordada aparición de poetas y su respectiva publicación de libros de poesía y, dos, la carencia de críticos que viertan sus opiniones y reflexiones escritas sobre el ejercicio poético. De este modo la crítica se ve superada en cantidad por el objeto de su estudio y por consiguiente perdemos detalles esenciales de nuestro paisaje poético nacional.

De estas dos caras se derivan ciertas costumbres como son las de dar por hecho que un poeta es ¿necesario? y que su obra es incuestionable; así mismo una situación que orilla al poeta a convertirse no sólo en editor y promotor, sino también en el crítico de aquello que le apasiona. No es una sorpresa que lo anterior genere una visión difusa en los juicios y que esto ayude a erigir sagradas opiniones y a conformar un canon tan débil como los argumentos empleados para su construcción. En medio de esta neblina aparecen libros que llaman la atención tanto por su discreto paso entre los lectores como por la solidez de su propuesta. Entre éstos sitúo uno en especial, Imágenes para una anunciación de Roxana Elvridge-Thomas, poemario que trae a mi memoria la idea de T. S. Eliot que hace hincapié en que aquellas partes de mayor valor en la obra de un poeta son en las que sus antecesores, es decir, la tradición, reafirman su inmortalidad con mayor vigor.

Roxana Elvridge-Thomas construyó una serie de vasos comunicantes entre su ahora escritural y su tradición, el resultado fue Imágenes para una anunciación cuya estructura formal está creada a semejanza del oratorio de Häendel, y en donde El Cántico Espiritual de San Juan de La Cruz y las recetas de cocina de Rossini, entre otros elementos temáticos, están presentes como una forma viva de la tradición a la que hago referencia.

Un texto que apuesta por una variación en sus registros y que contiene voces que van desde la experiencia mística hasta la exaltación de los sentidos, tránsito entre lo divino y lo carnal: sufrimiento, penitencia en donde la luz y la sombra se conceden territorio de manera misteriosa. Existe en Imágenes para una anunciación la conciencia de la palabra y sus connotaciones, pero sobre todo una musicalidad que abreva, a mi parecer, en los siglos de oro de la poesía española.

No te ocultes en la almendra, no impregnes de su piel tu vestidura, mira que el canto de tu apego se desgrana.

La poeta inicia la búsqueda y es guiada por la intuición, ésta misma le permite transitar libremente por los jardines del Supremo y describir de manera sutil los matices y las formas en las que lo sagrado acude a lo cotidiano.

Hablé de los sentidos y de la exaltación de éstos. La presencia de la cocina como un espacio en donde el alquimista se acerca a Dios por medio de los sabores y en donde el gusto sublima la experiencia de estar vivos. Se cuenta que Rossini lloró dos veces en su vida, una cuando murió su padre y la otra cuando se le cayó por la borda de un barco un pavo trufado, situación comprensible si recordamos que para Rossini la trufa era el Mozart de las setas.

En el poema Regresan los cocineros Elvridge-Thomas nos dice:

¡Quién dejó su música por guisos!
Rossini, voraz de trufas, mirando desde su cocina una 
cigüeña. En Pesaro, entre quesos y oratorios, siente 
en su puerta la llamada de los ángeles.

Los diecinueve poemas que componen este libro aluden a las secretas correspondencias entre lo cotidiano y lo sublime,

Antón, el gato, se asolea como un ámbar desatado,
 sortilegio
 preso en un estruendo
 de obsidiana.

Dos son los ejes de lectura en este conjunto de poemas: densidad y transparencia, en la primera los poemas y las ideas oscurecen al poema:

Tuerce, brioso, los lazos internos.
Bulle.
Brega en plaquetas, se extiende en silencio.
Bestia que inunda cornisas, inflama la ira pulsando escondidos resortes al tiempo que
escuece las llagas, azota los egos, absorbe la fuerza.
Secuestra la estima y empaña la imagen que tiene de sí el títere que es su poseso.
Entonces lo abate, lo sume en letal abandono, le roba los sueños. Enferma su cuerpo con mil
marejadas, le suelta las riendas y
cuando está casi muerto de incuria, surge el hastío, la furia de espejos.

En la segunda el objeto y la forma de nombrarlo quita el velo y revela lo anunciado:

Cocineros

¿Por qué nunca los pintan cocinando?
Si ellos dan aliento a los bocados.  Consagran sal 
cernida en sus trompetas.  Para los comensales, 
sosegados o indigestos, sus legiones disponen un 
lechón relleno de castañas.  Por su oficio crean en los 
durmientes caterva de sabrosos – o estragados – 
pobladores.  
Será que entre sus artes está el secreto del Jefe de 
Cocinas, que dice sin ámpula:

Dar a los nacidos en el aire un tañido de luz.
Dar a los mortales muchos granos, como a las aves.

Tal vez este afán tan desdeñado impida a los pintores 
sorprenderlos desplumando perdices, amasando 
harina bajo la bruma del ángelus.

Imágenes para una anunciación es un libro breve, concreto, que se mantiene al margen de los artificios verbales y que se inclina por una musicalidad derivada de las exigencias de los poemas que lo componen.

Este el caso de un libro que refleja una de las muchas facetas de la poesía mexicana, es un libro que evade la falsa idea de la originalidad y se representa a sí mismo como la parte de una diálogo que se inserta en el enorme coro de la tradición.

Es un hecho que en México debemos poner mayor énfasis en la obras que han surgido en los últimos años, esto nos ayudará a identificar de mejor manera, generaciones, corrientes y tendencias. Por eso me he detenido a releer un libro aparecido seis años atrás, porque en el camino dejamos de lado ciertas voces que es necesario volver a escuchar.

CRONOPIOS
Abril, 2018

El árbol de lo ritual: la poesía de Roxana Elvridge-Thomas

Por: Jair Cortés


Una de las poéticas más interesantes de la poesía hispanoamericana contemporánea es la de Roxana Elvridge-Thomas (nacida en Ciudad de México en 1964), autora de los libros de poesía El segundo laberinto (1991), La fontana (1995), Imágenes para una anunciación (2000), La turba silenciosa de las aguas (2001) y Fuego (2003). Su poesía, de variados registros formales y temáticos, aborda distintos ámbitos: la búsqueda de lo divino y el misterio que de esta experiencia se desprende: Una súplica/ a ti que todo puedes/ no me encierres/ en la charca/ no me hundas/ si tú sabes/ hacer que retoce/ el mar; la exploración de las pasiones humanas (como el amor, el odio, el erotismo, los celos): Concreto el ser al que se odia./ Concreta la dolencia que lanza a abatirlo./ Concreto el desenfreno de la ira./ Y es hedor que enrarece la mirada,/ ponzoña que hierve en cada poro…; la reconstrucción de una historia poética de personajes y deidades cuya voz se proyecta en la escritura: Ven, bienamado,/ acércate al muro/ Kilili sha apati/ Kilili te espera/ palpa mis muslos columnas/ ábrelos/ sáciate en el fondo de su abismo.

Desde hace muchos años, Roxana Elvridge-Thomas, cuya obra ha sido traducida a distintos idiomas, trabaja en torno a un proyecto poético en el que los cuatro elementos (fuego, tierra, aire y agua) son los cimientos sobre los que se erigen sus libros. La visión arquitectónica que posee para crear paisajes y universos literarios proviene de una vocación espiritual de la cual es
consciente; en su lúcido ensayo titulado Arte combinatoria, contenido en el libro A contraluz. Poéticas y reflexiones de la poesía mexicana reciente (2006), escribe acerca del aspecto ritual de la poesía: A través del rito, se actualiza el mito. El rito es esa fiesta, ese juego trascendente. Quienes participan de él son seres colmados de vida al haber salido de sí para entrar en ese espacio-temporalidad que los hace tocar los pliegues del misterio. Ser en suma, como los dioses: creadores, artistas. Son muchas las influencias que alimentan la poesía de esta poderosa, e imprescindible poeta: los místicos españoles, sor Juana Inés de la Cruz, Góngora, García Lorca, Xavier Villaurrutia y Octavio Paz, entre los más visibles.

De ese árbol ritual que es el canto de Elvridge-Thomas, nacen diversos frutos: conciencia de la tradición, una musicalidad inusitada que seduce al lector y un despliegue de recursos retóricos alimentado por un espíritu barroco que fascina e imanta a todos sus lectores: Un estrépito de aldabas./ Sus bronces incitan clarines por las cóncavas esquinas de la tierra./ –Despiertan del letargo altivas bestias. En los manantiales nace la respiración del mundo. Y es justo esa respiración del mundo” la que se advierte en cada poema de Roxana Elvridge-Thomas, ritmo vital del lenguaje sagrado que revela su más primigenia esencia.

BITÁCORA BIFRONTE, La Jornada Semanal
Octubre, 2014

El juego interdiscursivo en Imágenes para una anunciación
de Roxana Elvridge-Thomas

Por: Lizette Cortés

Lizette Cortés examina la relación que el poemario Imágenes para una enunciación guarda con la música y su lenguaje para ofrecernos un acercamiento por demás interesante a la poesía de Roxana Elvridge-Thomas.


Desde tiempo atrás, la humanidad ha sentido la necesidad de representar gráficamente la música con el afán de perpetuarla. Lo mismo ha ocurrido con la escritura. Haciendo un repaso breve por la historia de la literatura, sea cual sea la lengua a la que pertenezca, se observa que antes de ser escrita existió una importante tradición oral. Durante la Edad Media, la música occidental comenzó a organizar un sistema de signos que representaran las posibilidades de una pieza musical. Al sistema que nació en los monasterios le siguió una evolución que desembocó en ese lenguaje ampliamente codificado y operativo que podemos leer en las partituras: tal es el caso de la división por compases, calderones, notas, corcheas, semicorcheas, tresillos, cifras metronómicas, etcétera.

El vínculo entre música y poesía es congénito. Al igual que el mito platónico de la hermafrodita: música y poesía en algún punto de la historia se separaron. Suele decirse que no hay poema sin música. Esta relación tan intensa, muy parecida a la que existe entre elementos que se complementan, ilustra el modo en el que dos disciplinas artísticas descubren y exploran sus propios misterios, pues muchas características de la música permanecen como el recuerdo de que alguna vez fueron el mismo cuerpo.

Este escrito versará sobre una arista poco explorada de la relación entre la representación de una obra musical y la poesía. No es la relación directa entre la ejecución de una pieza y la lectura de un poema, sino la realización del poema en la voz, partiendo de un modo de leerlo derivado de algunos elementos que componen una partitura. Para ello recurriré a Imágenes para una anunciación, poemario escrito por Roxana Elvridge-Thomas.

Si atendemos a la convención de ubicar a los poetas por la década en que nacieron, esta poeta pertenece a los poetas mexicanos de los años sesenta. A esta generación también se insertan poetas como María Baranda, Dana Gelinas, Rocío González, Armando González Torres, Raquel Huerta-Nava, Jorge Fernández Granados, José Homero, Mario Bojórquez, León Placencia Ñol, por citar algunos nombres.

Se trata de una generación que se distingue ante todo porque la mayoría de sus integrantes posee una poética definida. Juan Carlos H. Vera en Eco de voces, refiere que tienen en común el uso de algunas innovaciones técnicas empleadas por generaciones anteriores, como el rompimiento de la sintaxis. Y agrega que es una generación que cobijó la influencia de escritores como Huidobro, Oliverio Girondo, Mallarmé, Joyce, Freud y Lacan.

Roxana Elvridge-Thomas nació el 5 de marzo de 1964 en la Ciudad de México. Su inclinación por las letras la impulsó a estudiar Ciencias Humanas en el Claustro de Sor Juana. Públicamente, su producción literaria comenzó a los 24 años de edad, cuando la UNAM editó Memorias del aire dentro de la colección Labrar en la tinta. Su recorrido literario se legitima a partir de la calidad intrínseca de sus textos, que han sido ampliamente publicados y que han recibido una respuesta favorable de la crítica.

Otro ejemplo de su destreza literaria es Imágenes para una anunciación. En las siguientes líneas haré un recorrido por este libro, haciendo especial énfasis en la correspondencia del uso de las cifras metronómicas y algunas formas musicales como estrategia de lectura que el autor modelo instaura.

Es necesario señalar que no analizaré el aspecto que tradicionalmente se entiende por musicalidad en el poema, sino cómo la lectura ayuda a una realización más expresiva del lenguaje poético.

En esta obra, cada poema tiene debajo del título una cifra metronómica indicada entre paréntesis, o bien, la tesitura de la voz que ejecutará cierta pieza de la música vocal. El primer caso señala el tipo de movimiento que rige la lectura del poema, íntimamente relacionado con el tono y tematizaciones de éste, lo cual implica una lectura pausada, acelerada, etc. Es importante destacar que en la Música, el movimiento puede indicarse por medio de palabras y del metrónomo, aparato empleado para medir la velocidad y por ende el tiempo de las composiciones en la Música académica. Así, en el poemario desfilan cifras metronómicas como el allegro, scherzo, lento, entre otras que iré mencionando. En el segundo caso, la
tesitura de la voz, también llamada registro, corresponde a la enunciación de distintos sujetos poéticos: un aria ejecutado por un tenor, un recitativo ejecutado por una contralto, un solo vehemente, solo airado o un rondó.

Como dijimos al principio, los poetas de esta generación, a decir de Juan Carlos H. Vera, recurren a procedimientos empleados por la vanguardia. Éste es el caso de Roxana Elvridge- Thomas, pues anteriormente, León de Greiff (1895-1976), poeta de la vanguardia colombiana, exploró ampliamente el sendero del que venimos hablando.

En Imágenes para una anunciación se vislumbran dos ejes: el sagrado y el profano. Por su relación con la Música, el poemario podría estar inspirado en una Cantata u Oratorio, que consiste en desarrollar musicalmente una obra literaria sobre un tema religioso mas no litúrgico, razón por la que no se consideró apto para el culto eclesiástico. Destaca además de su amplio sentido melódico, el empleo de figuras intercaladas y los recitativos, lo cual se cumple en Imágenes para una anunciación, pues al cambiar de página el lector encuentra un poema distinto que debe leerse de acuerdo al movimiento señalado por la cifra metronómica o en concordancia con una forma de la música vocal.

La Cantata fue introducida por los italianos. Sin embargo, floreció gracias a las composiciones de Haendel; músico alemán dotado de una capacidad artística sorprendente. Escribió El Mesías en 1741, basándose en pasajes de la Biblia y del Prayer Book o Libro de Oraciones. Dividió la obra en tres partes dedicadas al nacimiento de Cristo, a su pasión y muerte, y a su resurrección, respectivamente. La primera parte de la obra hace referencia al advenimiento de Cristo, las profecías sobre la venida del Mesías, el nacimiento de Cristo y la importancia de este acontecimiento para la humanidad. En esta ocasión nos enfocaremos al advenimiento de Cristo, pues hay una relación intertextual en Imágenes para una anunciación.

El libro abre con el poema “Del ángelus matutino”. Si nos detenemos a observar el título notaremos que precisamente coincide con la composición de Haendel.

Hagamos una lectura programática. ¿Qué es el ángelus? Sus raíces están sujetas a la orden de los franciscanos. Es una oración en honor al Misterio de la Encarnación. Toma ese nombre tratando de revivir el pasaje en el que el arcángel Gabriel visita a María para anunciarle que quedará embarazada por gracia del Espíritu Santo y tendrá un hijo: Jesús. De modo que el primer verso de la oración se instituyó como sigue: El Ángel del Señor anunció a María… y concibió por obra del Espíritu Santo.

Ahora bien, líneas atrás hablábamos de que la expresión musical es la manera de ejecutar una obra, derivada de su interpretación. Los factores que influyen en la expresión musical son el matiz, el carácter, la acentuación, el fraseo, el movimiento y el tiempo. Las palabras que se emplean para indicar el movimiento hacen siempre referencia al grado de lentitud o velocidad con que deben ser marcados los tiempos del compás. Se dividen en 1) Movimiento uniforme 2) Aumento o disminución progresiva 3) Los que indican un breve y súbito cambio 4) Los que indican una suspensión de la regularidad del movimiento confiriendo al ejecutante la facultad de llevar el compás, más o menos caprichosamente y 5) Los que restablecen la regularidad alterada del movimiento.

En este poema, celebración del nacimiento de Jesús, el movimiento que Roxana Elvridge-Thomas nos sugiere es el allegro:

Del ángelus matutino
(allegro)
Un estrépito de aldabas.
Sus bronces incitan clarines por las cóncavas esquinas
de la tierra.
– Despiertan del letargo las bestias. En los
manantiales nace la respiración del mundo.
Con su oro desperdigan por el cielo semillas de
girándula. Para el alcatraz es llovizna, para los
pichones un halcón en acecho.
Cimbran cavernas, afluentes, palabras. Resuenan
piadosas en el sueño último de un niño – el más
placentero, tocado de soles.
¿Quién irrumpe así en el aire, quién los toca?
Pasado ya el estrépito, después de dos segundos – ¿u
ochenta años?- dijo uno:
Cesó todo y déjeme
___________dejando mi cuidado
___________entre las azucenas olvidado.

(Las cursivas me pertenecen)

Tanto la palabra ‘estrépito’ como ‘girándula’, ‘cimbran’ e ‘irrumpe’ nos dan idea de movimiento, acorde a la cifra metronómica propuesta para el poema: el allegro, que corresponde a un movimiento rápido, reproducido con viveza, sensación que se experimenta al leer el poema.

La obra adquiere otro matiz con la introducción del scherzo, palabra italiana que significa juguete o diversión. Se usó para titular composiciones breves, de movimiento ligero y compás libre. En el poemario la sección se intitula De los gratos oficios y comprende tres poemas, en analogía con los tres tiempos del scherzo. Los poemas son Cocineros, Jardineros y Regresan los cocineros. El tono es en apariencia cómico, aunque se aprecia con mayor nitidez la alusión a Dios pero también a los ángeles:

Cocineros
¿Por qué nunca los pintan cocinando?
Si ellos dan aliento a los bocados. Consagran sal
cernida en sus trompetas....
Será que entre sus artes está el Secreto del Jefe
de Cocinas, que dice sin ámpula:

Dar a los nacidos en el aire un tañido de luz.
Dar a los mortales muchos granos, como a las aves. (2000:14)

Ese Jefe de cocina es la divinidad, es también el que manda Dar a los nacidos en el aire un tañido de luz. Los ángeles también participan, y cito: Consagran sal cernida en sus trompetas. Ahora bien, en el poema Jardineros el autor implícito retrata a Dios como el Supremo Jardinero -siempre con mayúsculas- en compañía también de ángeles que, cito: Con su túnica dan lustre a plantíos de alcatraces. Comienzan a abrirse campos semánticos relacionados con la naturaleza, en específico el de las plantas, pero también se insertan las palabras arterias, ojos, venas, que están relacionadas con el cuerpo humano. Por último, en Regresan los cocineros, justo al inicio del poema hay una alusión clara al músico Rossini, tan apasionado de la Música como de la gastronomía, lo que le valió para ser reconocido como un excelente cocinero. La anécdota cuenta que en toda su vida lloró únicamente dos veces: cuando murió su padre, y cuando se le cayó por la borda del barco un pavo trufado. Vemos entonces que la alusión es evidente cuando la voz poética exclama:

¡Quién dejó su música por guisos!
Rossini, voraz de trufas, mirando desde su cocina una cigüeña.
(2000: 16)

Entremos ahora en el Rondó del ángelus. El rondó es una forma musical cuyos orígenes nos remiten a una danza francesa, en la cual una voz entonaba diversas coplas, a cada una de las cuales el coro contestaba con un estribillo alegre y juguetón, como en el scherzo. Se observa que en Imágenes para una anunciación el estribillo es Un estrépito de aldabas, presente tanto en el poema Del ángelus matutino como en Del ángelus vespertino, que tiene lugar casi a la mitad del poemario. En resumen, el rondó es un recurso anafórico: repite constantemente la misma frase.

En la tradición católica, el ángelus sólo se rezaba al atardecer, inmediatamente después del toque de las campanas de la iglesia. Años más tarde se propuso rezar al amanecer, al mediodía y al atardecer; y se añadió la triple repetición del Ave María. Entonces, tenemos que los ángelus que aparecen en el poemario forman parte del estribillo del rondó, sobre todo en la frase Un estrépito de aldabas. Pero no son los únicos elementos que comparten. El matutino al hablar de las palomas las muestra como pichones, quizá porque es el amanecer, en tanto que el vespertino ya las anota como tal, puesto que ya es el crepúsculo:

Para el alcatraz es llovizna, para los
pichones un halcón en acecho (2000:11)

Para el alcatraz, llamadas; para las palomas
un enjambre de difuntos (2000:21)

Sin embargo, es interesante resaltar cómo a lo largo del poemario hace mención de esta ave para simbolizar al Espíritu Santo, recalcando el eje de lo sagrado.

Encontramos nuevamente la mención de los ángeles en el poema “Ordenanzas”, esta ocasión por medio de una imagen exquisita, de una plasticidad notable, en la que se compara una bailarina con el alba:

Ellos izan pardas nubes. Enjugan en el alba esos
dedos de rosácea bailarina que se alista a debutar... (2000:18)

En tanto que una voz ajena dice: – “Como Aquél que extiende auroras a través de su ventana”. Ese Áquel, de nuevo en mayúsculas, es la divinidad.

Poco a poco Roxana Elvridge nos traslada del mundo que pintó como religioso a uno profano. Esta transición se manifiesta en Del ángelus vespertino, donde pasa del macrocosmos al microcosmos. Si antes aseguraba que En los manantiales nace la respiración del mundo, ahora, al hablar de una gata, expresa que En su tazón de leche nace la respiración del mundo. Es un regreso a lo profano a través del allegro en el que se repite el estrépito de aldabas, las palomas y el alcatraz que connotan, que simbolizan la presencia de la divinidad.

A lo largo del poemario se va notando la variación de las cifras metronómicas que se relacionan con los poemas en su modo de ser leídos, pero también en su carácter, en la cualidad intrínseca que denota la intención del sentimiento y el estilo que posee una obra musical.
Envío de alcatraces debe interpretarse como un aria, que significa aire, es decir, suavemente. Se comprende bajo esta denominación todas las piezas de melodía manifiesta que contrastan con el recitativo. Se habla ahora no sólo de la divinidad, del Espíritu Santo y los ángeles, sino también del destino del hombre.

Y las flores de esos seres son sin duda alcatraces.
Es la flor de los alados.
Es el ave de fortuna que redacta los designios.
Porque Él ama las historias creó los alcatraces: ... su alta
pluma azafranada y amplios folios que contienen los
relatos
-y la vida- de la gente.
Y la alondra original nacida de Su mano, trazó en el
firmamento con el dorso de su cola esas historias de
capullos. (2000:22. Las cursivas me pertenecen)

A partir de Antón, el gato, se asolea, el poemario se traslada al polo negativo de esta alegoría sagrada. Enseguida se desvanece la imagen de los ángeles para dar inicio a la de posibles demonios, como Dorfán, que:

Lanza dagas a las ingles – injusto- goloso de fluidos...
Y no es el más voraz, posee compañeros que se ensañan con la espera y lo amarillo de la vista;
otros que prefieren breves tajos, no por eso menos dolorosos. (2000:24)

Para hacer la analogía de la acentuación musical, es decir, la intensidad de cada nota para resaltar su importancia, Elvridge-Thomas construye el siguiente poema a través de un Solo vehemente: Farión, en el que se habla de un demonio con atributos taxidermistas:

Acecha a los amantes, capta el momento justo en que segregan aroma de cebolla. Con él impide
la fermentación de los restos que almacena. También es buena la sal de los artejos y el extracto de
canela de los glandes encendidos. (2000: 26)

Viene a escena posteriormente el Coro, en el poema Mañana en el jardín. Es importante señalar que en el poemario se emplea el blanco de la página para distribuir las voces del coro, como si se trata de representarlos.

Yadián, en recitativo bajo, es Bestia que inunda cornisas, inflama la ira pulsando escondidos resortes al tiempo que escuece las llagas y anuncia que el hombre se va a desgarrar (2000:32). El recitativo es una declamación musical en la que se modula la voz a voluntad de quien lo interpreta y se termina en la tonalidad que conviene. Es muy cercano a la espontaneidad del lenguaje hablado. Por ello podemos decir que este poema es intencionalmente recitativo, para enfatizar el destino al que habrá de enfrentarse el hombre.

El poemario cierra con Migaro, en recitativo oscuro. De nuevo los demonios y vampiros acechando al hombre y éste encontrándose con la muerte.
Como pudimos ver, Imágenes para una anunciación plasma lo que comúnmente conocemos en las obras musicales como los distintos movimientos que dan a la obra musical un matiz, una intensidad y por supuesto un carácter.

La interdiscursividad en Imágenes para una anunciación radica en la estrategia de lectura que sugiere la música académica en las partituras. En ese sentido, la propuesta de Roxana Elvridge-Thomas tiene como sustento entonar la frase musical, apoyada sobre todo en el movimiento, en la velocidad en que el poema es leído. Lo que hizo la poeta no fue establecer la vieja relación del binomio música-poesía; su mérito es relacionar por medio de la escritura, la música que también es posible ejecutar en un poema escrito. Interviene la expresión musical, interviene la interpretación y la emoción, que obedecen a una inspiración mística, la relación manifiesta entre la mística y la poesía, entre lo sagrado y lo profano.

BIBLIOGRAFÍA
Basso, Alberto.
1999 La época de Bach y Haendel. México, CONACULTA.
Elvridge-Thomas, Roxana.
2000 Imágenes para una anunciación. México. CONACULTA.
H. Vera, Juan Carlos.
2004 Eco de voces. Generación poética de los sesentas. México. Ediciones Arlequín.
Moncada García, Francisco.
1964 Teoría de la Música. México, Framong.
Zamacois, Joaquín.
2002 Curso de formas musicales. México. Editorial Idea Música.

CÍRCULO DE POESÍA
Septiembre, 2009

ENTREVISTAS

Serie de entrevistas y conversaciones entre cuatro poetas en La Casa del Poeta


Entrevista para Círculo de Poesía, Revista Electrónica de Poesía